martes, 1 de diciembre de 2009
el hombre, comediante del mundo
" Habría que ser más astuto de lo que es el hombre para disfrutar a fondo del chiste que supone que el hombre se considere el fin de todo el universo y de que la humanidad declare seriamente que sólo se contenta con la perspectiva de una misión universal. Si el mundo fue creado por un Dios, ese Dios ha creado al hombre para ser su mono, para una diversión permanente para esa eternidad suya tan excesivamente larga. La armonía de las esferas alrededor de la Tierra sería la carcajada del resto de las criaturas que rodean al hombre. El dolor le sirve a ese ser inmortal que se aburre para hacer cosquillas a su animal favorito, para disfrutar con sus actitudes trágicas y orgullosas, y con las interpretaciones que da a sus sufrimientos, y sobre todo para la invención intelectual de la más vana de las criaturas, por ser el inventor. Porque el que inventó al hombre para reírse de él tenía más ingenio que él, y también disfrutaba más de su agudeza. Incluso hoy, que nuestra vanidad tiene la voluntad de humillarse, nos juega una mala pasada: nos hace creer que los hombres seríamos, al menos en lo que a esa vanidad se refiere, algo incomparablemente milagroso. ¡¡¡¡Nosotros, únicos en el mundo!!!!! ¡¡ Qué cosa tán inverosímil !! Los atrónomos, que con frecuencia ven un horizonte alejado de la tierra, explican que la gota que representa la vida en el mundo no tiene la menor importancia ante la totalidad del inmenso océano del devenir y del perecer; que hay numerosos astros, de los que nada sabemos, con características similares a la Tierra para generar la vida, aunque en realidad, sólo son un puñado pequeño en comparación con el infinito número de planetas en los que no se dió el primer impulso de vida o que se han curado de él hace mucho tiempo; que el tiempo que duró el impulso de la vida en cada uno de esos astros, comparado con la duración de su existencia, ha sido un instante, un relámpago seguido de largos espacios de tiempo, y que, en consecuencia, la vida no es el objetivo ni el fin último de la existencia del universo. La hormiga en el bosque quizá también se cree el objetivo y el fin del bosque, así como nosotros en nuestra imaginación creemos que la destrucción de la humanidad supone el fin de la tierra. Y somos modestos cuando nos detenemos allí y nos imaginamos un ocaso general del mundo y de los dioses para celebrar solemnemente los funerales del último mortal. El astrónomo más desprejuiciado solo puede imaginar una Tierra sin vida como el sepulcro iluminado y flotante de la humanidad."
"El caminante y su sombra", Friedrich Nietzsche.
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